[Las Heridas en el vientre materno]

Nuestra alma es creada por el Espíritu de Dios. Él la forma en el momento de la concepción. Por lo tanto esa alma anida en el cuerpo del recién nacido, lo penetra y envuelve desde el primer instante en que el óvulo fue fecundado por el espermatozoide. Esa alma la tenemos para siempre, porque es eterna. Pero tengamos en cuenta que no es un espíritu errante en el cosmos que Dios reintegra a un cuerpo físico nuevamente en la concepción. No es así y la Palabra de Dios lo afirma.

Y es espíritu, es decir: principio animador de mi vida vegetativa, sensitiva, intelectual, racional libre, que es capaz de abrirse libremente al Espíritu de Dios; es decir, el hombre puede abrirse libremente a la gracia divina que lo hace hijo de Dios, creyente en la revelación (con todo lo que esta apertura encierra).

Esta alma-espíritu no es compartida con nadie de otra vida anterior. Es por ello que mi vida, a partir del momento en que tengo uso de razón la decido yo, porque tengo un espíritu libre. Por lo tanto mi espíritu no tiene ataduras espirituales de ninguna índole, ni con otros espíritu de reencarnaciones anteriores ni con antepasados desencarnados que me influyen (Ez 18,20).

En la hora de la muerte, este cuerpo actual comienza a desmoronarse. El alma espiritual no muere sino que anima nuestro cuerpo resucitado ( el cuerpo nuestro) que vive en una nueva manera de existir por toda la eternidad. Hay una sola muerte Hb 9,27. Lee también 1 Co 3;15 – 15.  Gal 6,5.

En el mismo instante en que surge la vida en el cuerpo, el inconsciente o alma profunda comienza a formarse, y dura toda esta vida. A lo largo de ella, ese inconsciente se va formando con las vivencias del medio, comenzando por el ambiente intra-uterino y terminando el día de la muerte.

El espíritu que Dios me da,  mi espíritu, es como una película que aún no está usada, no tiene nada impreso. Las impresiones comienzan en el momento de la concepción, en esa alma profunda o inconsciente. Todo lo que estoy viviendo, “se fija” en esa película y, hasta el momento del nacimiento es de vital importancia para mi futuro. 

Debemos tener presente que no sólo se imprime lo desagradable, sino también el amor que recibimos, especialmente de nuestra madre. De allí la importancia que tiene la vida de la madre durante el embarazo, pues llega al bebé en formación desde el amor de Dios que ella transmite, hasta el odio por rechazos.

Debemos tener en cuenta que puede haber sido muy intensa esa vida intrauterina; rechazos, deseo de abortar, embarazo y sexo no deseado, etc. Si bien esto es importante no es trascendente. El único trascendente es Dios, quien en su inmenso amor y misericordia es el único que puede sanar esas heridas. Toda herida se va fijando en ese inconsciente personal.

No como un determinismo, como algo que no tiene solución. Aquí es importante el discernimiento, pues esas heridas las podemos descubrir porque el Señor nos las muestra por el método de oración que mas adelante explicaré. Entonces nada es definitivo en nuestra vida, ni siquiera la herida mas profunda. El mismo Dios que nos quiere sanos nos alivia de esas cargas.

Al inconsciente personal se inserta lo que ese ser humano trae por herencia, su herencia biológica, también en el momento de la concepción . Y éstas son dos áreas que caminan juntas y se intercalan e interrelacionan permanentemente. Se heredan las predisposiciones biológicas para determinado tipo de enfermedades. Por ejemplo en el terreno de las enfermedades mentales tienen gran importancia los antecedentes heredofamiliares que recabamos en la historia clínica. De padres esquizofrénicos es alto porcentaje de hijos con patología mental, pero no necesariamente heredan la misma enfermedad. Acá tiene importancia qué padres sustitutos tienen y cuanto amor les dan.

TESTIMONIO PERSONAL SOBRE LAS HERIDAS DEL VIENTRE MATERNO

Cuando Dios tocó mi corazón y empecé mi camino de Iglesia, Dios de inmediato comenzó a sanar mis heridas del vientre materno, cuando el Padre pasaba el Santísimo, las personas caían en descanso para atrás, pero yo sentía un temblor enorme en el pecho y me ponía en posición como una bolita. No entendía porque, hasta que Dios me mostró que estaba sanando el momento de mi parto, mi parto fue complicado, y me terminaron sacando con forceps. Parece que eso me afecto mucho en mi forma de ser, y Dios quería sanarme. La sanación puede ser de una vez o paulatinamente como fue mi caso. Yo sentí un cambio en mi interior, pude hacer cosas que antes no me animaba, me sentí libre.

 

Es hermoso presenciar el amor que nos tiene y disfrutar de sus bendiciones y sanaciones que no hacen sentir mejor y vivir de una manera mas plena!! Le doy gracia a Dios por derramar su amor en mis heridas.

 

 

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