[Jesús quiere ser tu amigo]

“Levántate, amor mío, ven!

Porque mira, ha pasado el invierno,

han cesado las lluvias, ya se han ido.

La tierra se cubre de flores,

Llega el tiempo de las canciones” (Ct2, 10-12)

                  

Estas palabras bíblicas son un himno a la esperanza, inspirado en el amor. El hombre vive de esperanzas. Por eso el mundo necesita profetas de esperanza: personas que viven de cara a Dios y reflejan la luz de Dios; personas llenas del amor de Dios y capaces de transmitirlo a los demás; personas que creen en un futuro mejor y, de algún modo, lo hacen ya presente porque lo están viviendo.

Hace dos mil años resonaba, llena de esperanza, la voz del gran profeta Jesús de Nazaret; y hoy sigue resonando:”El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el evangelio” (Mc 1, 15).

De algún modo misterioso Jesús se acerca a todo ser humano y dice: “Mira estoy a la puerta y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo”(Ap 3,20). A Jesús le encanta sentarse a la mesa con pecadores arrepentidos. Y cuando Jesús entra en tu vida, el Reino de Dios se hace presente en ti. Jesús te ofrece el amor eterno del Padre y el don del Espíritu, la gracia y el perdón, la sanación y la liberación la comunión de los hermanos, la vida eterna y la fiesta que nunca acaba.

Sucedió hace 2.000 años en Nazaret, y puede suceder hoy en tu vida, si después de leer Lc 4, 18-22, cierras los ojos y oras en Fe. Deja que la palabra de Jesús resuene en tu interior:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y a proclamar un años de Gracia del Señor” 

Con toda la Fe que Dios te ha dado, dile a Jesús: “Señor, tú me ves por dentro: soy tan pobre que caigo a cada paso, que nunca acabo de hacer el bien que deseo, ni puedo saldar la enorme deuda de amor que tengo. Y escucha a Jesús que te asegura: “Mis predilectos siempre fueron los pobres, TE AMO COMO ERES, TU NOMBRE ESTÁ ESCRITO EN MI CORAZÓN. Acepta mi amistad y acepta también tu pobreza, que todos mis méritos son tuyos. TEN PACIENCIA: si cultivas mi amistad y confías en mí, llegará el día en que todos puedan ver reflejada en ti mi imagen”.

Con toda humildad dile a Jesús: “Señor libera a este pobre cautivo.¡Cuántas veces me veo encarcelado en mi propio yo! Encadenado por mis miedos y complejos a un pasado poco feliz, soy incapaz de moverme hacia un futuro mejor”

Y Jesús te dice: “No temas; yo estoy contigo para romper tus cadenas. Mi Palabra y mi Espíritu te liberarán de toda mentira; conmigo vencerás a los enemigos que destruyen tu salud y serás libre, hijo de Dios”.

Con toda confianza dile a Jesús: “Señor, aquí tienes a un ciego de nacimiento, incapaz de percibir su propia dignidad y destino como hijo de Dios, incapaz de apreciar la belleza y dignidad de los demás”

Visualiza a Jesús que se acerca , toca tus ojos y éstos se abren a un mundo nuevo. En adelante tu vida será como un viaje de descubrimiento, lleno de aventuras y sorpresas. Una de las mayores será descubrir el rostro de Jesús en todos tus hermanos. 

Mateo dice: “El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”(Mt 8,17) Y Pedro comenta: “Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. (Hch 10,38).

Las palabras de Jesús reflejan la sabiduría de Dios; sus obras el poder de Dios. Y tanto sus palabras como sus obras manifiestan el Amor de Dios. “Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su Único Hijo, para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn3,16).

Cada conversión, cada curación o liberación es una nueva conquista para Jesús, representa un nuevo avance del Reino, y trae un nuevo anuncio de la Buena Noticia.

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