PROMESAS:
Nuestra Madre prometió que concederá siete gracias a los que oren este rosario:
1.” Concederé la paz a sus familias”
2.”Serán iluminados en cuanto a los divinos misterios”
3.”Yo los consolaré en sus dolores y los acompañaré en sus trabajos”
4.”Les concederé todo lo que pidan, en cuanto no se oponga a la voluntad de Dios”
5.”Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo, y los protegeré cada instantes de sus vidas”
6.”Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre”
7.”Todos aquellos que propaguen la devoción a mis lagrimas y dolores, serán llevados directamente de esta vida a la felicidad eterna, ya que todos sus pecados serán perdonados”
¿Como se reza?
Se comienza por un Padre Nuestro y siete Ave Marías, y un Gloria por cada dolor de la Virgen.
PRIMER DOLOR DE MARÍA: La Profecía del Anciano Simeón, en el Templo de Jerusalén
Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su dulce Jesús. Pero el dolor que vendría y que ya sentían caminar a su lado, no podría de ninguna manera, sumirlos en la tristeza, porque sabían que el amor de Dios es siempre más grande y más fuerte que todo dolor.
†Padre Nuestro, Siete Ave Marías y un Gloria
SEGUNDO DOLOR DE MARÍA: La Huída a Egipto
El anuncio del ángel a José para que salieran rápidamente de Israel y se refugiaran en Egipto, les causó un gran dolor, no solo por lo que un viaje repentino implica en sí mismo, sino también por lo que significaba para ellos, dejar su tierra , su familia, sus amigos, su modo de vida y dirigirse a un país extranjero donde todo es diferente.
Sin embargo, ambos vieron en estas circunstancias difíciles de su vida la Voluntad de Dios, y enfrentaron el momento con valor y dignidad, seguros de que Él mismo los protegía y los guiaba.
La vida de Jesús, María y José, en Egipto como desterrados, fue una vida con todas las dificultades propias de su condición. Pero su fe se fue haciendo cada vez más fuerte y resistieron la prueba.
†Padre Nuestro, Siete Ave Marías y un Gloria.
TERCER DOLOR DE MARÍA: La pérdida y hallazgo de Jesús en el Templo de Jerusalén
Cuando Jesús cumplió 12 años, edad en la que los varones israelitas empezaban a ser servidores de la ley, fue con sus padres a Jerusalén, para celebrar allí la fiesta de la Pascua, y al volver a casa, María y José no lo encontraron entre sus parientes y amigos por lo que debieron regresar a la ciudad.
Allí, al cabo de tres días lo hallaron en el templo, hablando con los doctores de la ley, que estaban admirados de su sabiduría.
Podemos imaginar, el dolor de María ante la ausencia de Jesús y también el impacto que le causó a ella y a José su respuesta tajante y sin explicaciones: “¿Por qué me buscaban?, ¿ No saben que debo encargarme de los asuntos de mi Padre?”
Nunca antes Jesús, les había hablado de esta manera. Siempre había sido un niño cariñoso, obediente, sumiso….. Entonces ¿Qué pasaba ahora? Todo sonaba extraño y difícil de entender.
María guardo silencio, de su boca no salió ni una sola palabra de reproche y su corazón permaneció libre de todo resentimiento. En lo profundo de su alma una luz empezaba a abrirse y ella comprendió que aquel suceso era una joven manifestación del Misterio de Jesús.
†Padre Nuestro, Siete Ave Marías, y un Gloria.
CUARTO DOLOR DE MARÍA: La Madre se encuentra con Jesús en el camino del calvario
Ya podemos imaginar el infinito dolor de la Madre, cuando pudo acercarse a Jesús, abriéndose paso entre la multitud. Lo que sintió al ver de cerca su mirada triste, su rostro ensangrentado, la corona de espinas que hería su cabeza, la pesada cruz que arrastraba con dificultad y las heridas de su cuerpo castigado con los azotes de sus verdugos, y su total impotencia para cambiar las cosas.
† Padre Nuestro, Siete Ave Marías, y un Gloria.
QUINTO DOLOR DE MARÍA: La Crucifixión y Muerte de Jesús
Imposible pensar en otro momento más doloroso en la vida de María, que aquel en el que vio a Jesús crucificado como un criminal.
La presencia de María a los pies de la cruz, debió ser para Jesús un gran consuelo y a la vez un nuevo dolor. Sentía su amor de Madre y todo lo que ese amor le comunicaba de ternura, de apoyo, de comprensión, de paz; pero experimentaba también la angustia de verla allí padeciendo todos y cada uno de sus sufrimientos físicos y espirituales.
La muerte de Jesús, pone punto final a la escena. María siente que su corazón se desgarra por el dolor que experimenta. Las palabras del anciano Simeón mucho años atrás, resuenan en su mente y en su corazón una vez más.
Pero un momento después, aunque todo sigue siendo oscuro, en el secreto de su alma, llena del Espíritu Santo, parece nacer una esperanza.
† Padre Nuestro, Siete Ave Marías, y un Gloria.
SEXTO DOLOR DE MARÍA: Jesús es bajado de la Cruz y colocado en los brazos de su Madre
María contempla amorosa y doliente, el cuerpo de su hijo, que yace inmóvil en sus brazos de madre. Los mismos brazos que lo acunaron cuando era pequeño, las mismas manos que lo acariciaron con ternura y delicadeza cuando estaba enfermo y cuando dormía.
Lo contempla en absoluto silencio, que es oración callada. Con pleno dominio de sus emociones maternales. Su rostro expresa con total transparencia los sentimientos más íntimos y profundos de su corazón, desgarrado por la muerte injusta y horrible que ha padecido.
Muchos momentos de tristeza y de soledad interior debió enfrentar María a lo largo de sus años, pero éste es el principal de todos, la circunstancia más difícil de encarar, y también la más incomprensible para ella.
Pero en su corazón está la FE y cuando hay FE, todo sufrimiento, por más grande que sea, es soportable. Porque la FE da sentido aún a lo que no se puede comprender.
†Padre Nuestro, Siete Ave Marías y un Gloria.
SÉPTIMO DOLOR DE MARÍA: Jesús es colocado en el sepulcro.
Una vez cerrada la tumba, y sellada, como era costumbre, María abandonó el lugar con su dolor y su soledad a cuestas. En el secreto de su corazón, María oraba y en su oración callada pero ferviente, repetía una y otra vez si “SI” de Nazaret.
María no comprendía los hechos que acababa de presenciar, no entendía porqué Jesús, el Hijo de Dios, había muerto así, en plena madurez, dejando así su misión de profeta del Señor y tampoco entendía porqué su muerte había sido tan cruel, tan humillante.
María no comprendía pero sabía, tenía plena certeza de que las cosas de Dios no son para entenderlas sino para aceptarlas, con humildad, con fe, con esperanza.
María callaba… María oraba… María se entregaba nuevamente…. María creía….Seguía creyendo a pesar de lo que había sucedido con Jesús.
María amaba…seguía amando a pesar de lo que le habían hecho a Jesús.
María esperaba….seguía esperando a pesar del aparente fracaso de Jesús; de su profundo dolor de madre; de su inmensa soledad, del hondo vacío que sentía en su corazón.
Sabía que Dios no defrauda a nadie, porque es el Dios del amor, el Dios del perdón, el Dios de la vida.
†Padre Nuestro, Siete Ave Marías y un Gloria.
TESTIMONIO PERSONAL: Soy devota de este rosario, ya que he experimentado muchas gracias que nuestra Madre me ah regalado por
medio de él. En los momentos de mucha angustia yo de inmediato recurro a él, ya que la paz y el amor que siento calman mi dolor en segundos. Ella es nuestra Madre y nos ama, quiere lo mejor para nosotros!!
Si querés compartir tu testimonio, te invito a que te contactes conmigo: maria.solcito.aguilar@gmail.com